Nos
levantamos como todos los días. Esta vez, los arboles que divisamos desde la
ventana nos indican que no hay viento. Según las previsiones hoy es el día que
más swell entra, por lo que el desafía consiste en encontrar un lugar con olas
adecuadas.
Tras
los preparativos de rigor, nos dirigimos a Lagido, donde disfrutamos de las
primeras luces de día. El mar está completamente desfasado y no hay posibilidad
ninguna de surfear ahí. Unas tras otras las olas entran sin parar, con más de 4
metros en algunos puntos y dejando el mar completamente blanco por la espuma
que generan.
Así
que nos fuimos a buscar alternativas. Bahía de Cantinho, Bocaxica, Molhe del
Este… nada. Lo mejor era desayunar (otra vez) tranquilamente en Ferrel y echar
un vistazo de paso a la costa. Una vez templados con cafés y tés, fuimos a ver
Almagreira, donde el mar seguía demasiado pasado de tamaño y condiciones. Lo
mejor de todo fue bajar por un lodazal casi hasta la playa y tenernos que bajar
del coche para subir porque con las ruedas llenas de barro y el peso el coche
patinaba de lo lindo y era incapaz de subir.
Tras
una parada técnica en casa, volvimos a Molhe del Este, donde salía una ola en
la desembocadura del río. Mas de 20 personas copaban el pico, lo que hizo que
Erwan y yo decidiéramos no entrar. Anthony, Jan y Toby sí que entraron. Poco
más de media hora duraron en el agua, puesto que las olas eran muy rápidas y
cerronas. Mientras tanto, Erwan y yo estábamos en la cafetería disfrutando de
un aperitivo, cuando vimos llegar un grupo de surfers con sus correspondientes
fotógrafos. Unos tipos rubios con rastas y propaganda por todos los lados. No
había duda, estábamos ante unos “pros”, pero había que confirmarlo viéndoles surfear.
Cuando vimos la primera ola de uno de ellos, pagamos y nos fuimos a verlos de
cerca.
Uno
tras otro fueron cogiendo olas increíbles y haciendo unos aéreos
espectaculares. Muchos de los que estaban dentro, prefirieron salirse para ver
el espectáculo y no molestar en exceso. Eso la mayoría, salvo un par de
bodyboarders gordos que hacían todo lo posible por molestar… en fin, hay gente
para todo. El caso es que no impidieron que disfrutaramos de un espectáculo de
los buenos. Luego, cuando uno se ve surfear en algún video, le dan ganas de
abandonarlo todo… pero no va a ser el caso.
Después,
a descansar un rato en casa, comer y ver unos videos. Después de comer
recibimos la visita de Bruno, el otro de los dueños de Baleal surfcamp, con
quien departimos un buen rato con nuestras correspondientes cervezas. El
viernes cenaremos todos juntos y seguro que pasamos un buen rato.
Entramos
al agua todos menos Erwan, que arrastra algún problema en el oído y prefiere no
arriesgar. En el agua, aunque el mar no está completamente ordenado,
disfrutamos de unas cuentas buenas olas. Las series grandes llegan a los dos
metros y con fuerza, así que damos cuenta de unas cuantas de ellas durante casi
2 horas. Al salir, me duelen los hombros del esfuerzo. La semana empieza a
pasar factura pero sólo queda un día y hay que echar el resto. Mañana más.
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